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NEVERA DE ARAS

Patrimonio imperecedero

En este histórico municipio, situado en los confines occidentales de Navarra, en tierra de cruceros fronterizos, aunque de común geografía y usos, casi oculta, una cepa patrimonial de gran valor: la Nevera de Aras.


Severino Cadarso Quintana (1936) heredó de su abuelo, que a su vez recibió de sus antepasados, la propiedad de la conocida como Nevera de Aras. La titularidad privada de esta joya patrimonial navarra la hace más desconocida que otras fábricas similares. Pero no es porque se haya ocultado su existencia. La familia Cadarso, propietaria desde hace más de 100 años de esta construcción, le ha dado uso de distintas maneras: bodega, plantación de champiñones, almacén de fruta, chamizo festivo con el nombre de Iglú... Y tampoco ha puesto dificultades para disfrutar de su belleza singular. Allí la acogida es de templada amistad para disfrutar de la templanza interior de la nevera en una glacial mañana de enero. Aunque no necesita apenas mantenimiento por su sólido y buen estado, los Cadarso la conservan y disfrutan por su gran valor con sereno orgullo. Antes de esta saga familiar, la nevera perteneció a la Cofradía de la Santa Cruz. Por eso, en su memoria se conserva en el dintel de la puerta de la casa que la corona una sencilla y enigmática cruz labrada en un sillar de piedra. Y es que Aras, nombre que dicen procedente de tres altares o asentamientos en la ondulada comarca, siempre fue lugar cristiano, devoto y orador. Ahí están muy vivas la parroquia de Santa María y las ermitas del Santo Cristo del Humilladero, en el centro del pueblo, y la de San Isidro Labrador, a orillas del río Valdearas. Y la inspiración, de arqueada elevación, de las ruinas del convento franciscano de San Juan del Ramo.


FÁBRICA E HISTORIA La nevera se sitúa en lo alto de Aras y aprovecha la pendiente para su acomodo. Se accede en escalones a una pequeña puerta por la que se desciende a un angosto pasadizo de 16 m de largura y caprichoso ángulo que, a su vez, acaba en otra puerta que ofrece otra vez varios peldaños para terminar por desembocar en esta obra circular, que te sorprende y asombra con su sello de hercúlea integridad. Excepcional. Aunque no alcanza los 12 m de altura o profundidad (según se mire) de la nevera de los Monjes del Mº de Fitero, otra gran nevera navarra, esta de Aras es colosal: tiene 9 m de envergadura y amplios 8 m de diámetro. Su cúpula está perfectamente engarzada a tresbolillo con excelente piedra sillar a través de 19 anillos. Su gran capacidad de almacenamiento (hasta 300 metros cúbicos señala el experto vianés Juan Cruz Labeaga) la convirtieron en uno de los principales surtidores de nieve y hielo para los pueblos navarros, riojanos y alaveses de la zona. Su mejor clienta fue la ciudad de Viana. Además de su labor como almacén y dispensador de nieve para multitud de usos (entre ellos el terapeútico), sirvió de conservador y aprovisionador de alimentos para los vecinos de Aras. El edificio exterior preserva del clima y de la erosión la colosal y perfecta cúpula, en cuyo centro hay un orificio por donde trabajaba un torno para subir y servir la nieve.
Hay noticia de esta nevera en 1638, cuando su dueño era Juan Fernández de Marañón y en época en la que Aras era barrio de Viana. En 1674 ya es pertenencia de la Cofradía de la Santa Cruz, quien la gestionó con distinto éxito durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Su decadencia llegó a finales del XIX, cuando fueron proliferando las fábricas de hielo con sistemas electromecánicos. Ya en manos de los antepasados de los Cadarso, se utilizó como bodega familiar, como era habitual en todas las casas. Quizá un poso de aquel vino fermentó 100 años más tarde, en 1999, dando lugar a la bodega Cadarso Ciordia, que hoy elabora los excelentes y variados caldos Tresaras, de DOC. Rioja.
 Aras es un arcón de cultura, de corales y rondallas, de pasiones vivientes y de personas de grueso recuerdo.
Su nevera no es y jura no ser jamás una evocación. La Nevera de Aras es perfecta e imperecedera, es una tangente que deja sin resuello al cruel paso del tiempo, al áspero clima y a los dislates humanos. Fábrica inmortal de nieve y hielo, pero aún más de perfección y belleza perpetúa.